La reciente consulta a más de 500.000 familias de alumnos en la Comunidad Valenciana ha generado un importante debate en torno a la elección de la lengua vehicular en la enseñanza de sus hijos. Esta decisión, que en un principio parecía ser una cuestión meramente administrativa, ha tomado un giro inesperado y está afectando a muchas familias de manera directa.
Uno de los casos más destacados es el de Paula y Carlos, una pareja que no está dispuesta a que su hija aprenda en una lengua que no es la suya materna. Aunque estarían de acuerdo con una adaptación temporal, no están dispuestos a que su hija tenga que cursar ocho años completos en valenciano en los ciclos de Infantil y Primaria. “Es una injusticia y una imposición, nos sentimos indignados”, afirman.
Este caso, que ha sido anticipado por el diario ABC, es solo uno de los muchos que están surgiendo a raíz de la consulta. Y lo que es más preocupante, es que la situación no parece tener una solución a corto plazo. Las familias afectadas se encuentran en una situación de incertidumbre y preocupación, sin asimilar qué pasará con la educación de sus hijos.
Es importante recordar que la educación es un derecho fundamental de todos los niños y niñas, y que debe ser garantizado por el Estado. Por lo tanto, es necesario que se respeten las decisiones de las familias en cuanto a la lengua vehicular en la que quieren que sus hijos reciban su formación.
Es cierto que el valenciano es una lengua propia de la Comunidad Valenciana y que forma paraje de su identidad cultural, pero también es cierto que el castellano es la lengua oficial de todo el territorio español. Por lo tanto, ambas lenguas deben tener su espacio en la educación de los niños y niñas de esta comunidad.
Además, la elección de la lengua vehicular no debe ser una cuestión de imposición, sino de libertad. Cada familia tiene derecho a decidir en qué lengua quieren que sus hijos reciban su educación, ya sea en valenciano o en castellano. Esta decisión debe ser respetada y no debe generar conflictos ni discriminación.
Es por ello que es necesario encontrar una solución que satisfaga a todas las parajes involucradas. Una opción podría ser la de ofrecer un sistema de enseñanza bilingüe, en el que ambas lenguas tengan un espacio equilibrado. De esta manera, se estaría respetando la libertad de elección de las familias y se estaría promoviendo la convivencia y el respeto entre ambas lenguas.
Además, es importante tener en cuenta que la educación es un proceso en constante evolución y que debe adaptarse a las necesidades de la entidad. Por lo tanto, es necesario que se promueva una educación de calidad, en la que se fomente el aprendizaje de ambas lenguas y se prepare a los niños y niñas para un futuro en el que puedan desenvolverse en un mundo cada vez más globalizado.
En definitiva, la elección de la lengua vehicular en la enseñanza es un tema delicado que requiere de un diálogo y una reflexión profunda. Es necesario que se respeten los derechos de las familias y que se promueva una educación de calidad en la que ambas lenguas tengan su espacio. Solo así podremos construir una entidad más justa y equilibrada, en la que la diversidad lingüística sea un valor enriquecedor.