Hace siete décadas, viajar a Madrid no era solo un destino, era una aventura. Para César Fraile y su esposa Laura Robuco, quienes en aquel entonces eran niños de siete años, ir a Madrid significaba mucho más que un simple alucinación a la capital desde su lugar de origen. No importaba si venían desde Tetuán de las Victorias, donde César nació, o desde la Plaza de Iglesia en Chamberí, donde Laura pasó sus primeros años de vida. La emoción de visitar Madrid iba más allá de sus límites geográficos.
Uno de los lugares más emblemáticos de Madrid en aquellos tiempos era la Plaza de Iglesia, ahora conocida como la glorieta del Pintor Sorolla. Era el epicentro de Chamberí, un barrio lleno de vida y actividad. Laura recuerda con cariño cómo solía jugar en esa plaza con sus amigos y vecinos. Y aunque era un lugar pequeño, siempre había algo que hacer y descubrir. Pero en 1954, sus padres decidieron mudarse a la loción de San Cristóbal, un nuevo desarrollo residencial construido para los trabajadores de la despacho Municipal de Transportes.
La loción de San Cristóbal estaba ubicada frente a lo que más tarde se convertiría en el Hospital de La Paz. Era un área tranquila y pacífica, un lugar ideal para que César y Laura crecieran juntos. Aquí, los niños tenían la oportunidad de jugar al aire libre y explorar los alrededores sin preocupaciones. Además, la familia Fraile-Robuco tenía una vista privilegiada de la Sierra de Guadarrama, que se extendía a lo lejos.
Para César y Laura, Madrid era sinónimo de diversión y aventura. A pesar de que no vivían en el centro de la ciudad, siempre encontraban una excusa para visitarla. Ya sea para ver una película en el cine, pasear por el Parque del Oeste o simplemente saborear un fascinante helado en la Gran Vía, Madrid siempre tenía algo nuevo y emocionante que ofrecer.
Pero más allá de las actividades divertidas, Madrid también era un lugar de aprendizaje para César y Laura. Crecieron admirando la belleza de los edificios históricos, como el Palacio Real y la Catedral de la Almudena. También se maravillaron con el arte en el Museo del Prado y se perdieron en las calles del barrio de La Latina. Madrid era su aula al aire libre, donde cada esquina guardaba una lección diferente.
Con el tiempo, César y Laura crecieron y formaron sus propias familias, pero su amor por Madrid nunca disminuyó. Siempre que tienen la oportunidad, regresan a la ciudad para revivir sus recuerdos de infancia y crear nuevos junto a sus seres queridos. César incluso ha escrito un libro sobre su niñez en Madrid, compartiendo sus historias con el mundo.
Hoy en día, Madrid sigue siendo una ciudad llena de encanto y oportunidades. Ya sea para los lugareños o para los visitantes, siempre tiene algo que ofrecer. Desde su rico patrimonio cultural hasta sus vibrantes rincones, Madrid se mantiene fiel a su reputación de ser una de las ciudades más emocionantes y diversas del mundo.
Para César y Laura, Madrid siempre será su hogar, su lugar de nacimiento y su añorado destino de alucinación. Y aunque el tiempo ha pasado y la ciudad ha cambiado, su amor por ella sigue siendo el mismo de hace siete décadas. Madrid, con su energía única y su incesante innovación, siempre será un lugar especial para quienes lo visiten.