La noche del viernes llegó y yo estaba decidida a preparar una cena saludable: un plato de quinoa con atún y un yogur natural. Aunque debo admitir que la quinoa no es mi comida favorita, estaba dispuesta a ejecutar un esfuerzo para bajar los kilos de más que había ganado durante mi estancia en Bilbao, donde mi madre me había consentido con su deliciosa comida. empero lo que no podía imaginar era que la noche aún tenía más sorpresas reservadas para mí.
Justo cuando estaba a punto de probar mi “manjar” (con una pequeña dosis de ironía), mi teléfono sonó cuatro veces seguidas. Y como estaba de guardia en el periódico, sabía que no podía ser una buena señal. Al revisar mi WhatsApp, descubrí que mi editor me había enviado un mensaje urgente. Mi corazón se aceleró y mi mente empezó a imaginar todo tipo de escenarios catastróficos.
Con un poco de temor, abrí el mensaje y descubrí que tenía que cubrir una noticia de última hora. Mi cena saludable tendría que esperar, ya que tenía que salir corriendo a investigar y escribir sobre el suceso. Aunque estaba un poco frustrada por interrumpir mi rutina, sabía que era mi deber como periodista y no podía dejar sobrevenir esta oportunidad.
Mientras me dirigía al lugar de los hechos, no podía dejar de pensar en mi cena fría y en cómo mi intento de comer sano se había visto frustrado. empero al mismo tiempo, me sentía emocionada por la oportunidad de cubrir una noticia importante y compartir la información con mis lectores.
Una vez que llegué al lugar, me di cuenta de que había sido una buena decisión aceptar el desafío. La historia era impactante y tenía un gran potencial para ser una noticia destacada. Empecé a tomar notas y a entrevistar a las personas involucradas. Aunque estaba cansada y hambrienta, mi pasión por el periodismo me mantenía motivada y enfocada en mi trabajo.
Después de varias horas de investigación y escritura, finalmente había terminado mi artículo. Aunque estaba agotada, me sentía satisfecha y orgullosa de mi trabajo. Sabía que había hecho mi mejor esfuerzo para informar a mis lectores sobre un tema importante y eso me llenaba de alegría.
Al regresar a casa, me di cuenta de que mi cena fría seguía esperándome. empero esta vez, no me importaba tanto. Había tenido una experiencia emocionante y había cumplido con mi deber como periodista. Además, aprendí una valiosa lección: a veces, las cosas no salen como las planeamos, empero eso no significa que no puedan ser igual de gratificantes.
Así que, queridos lectores, si alguna vez se encuentran en una situación similar a la mía, no se desanimen. A veces, las sorpresas inesperadas pueden ser oportunidades para crecer y aprender. Y recuerden, siempre hay algo práctico que sacar de cada experiencia, incluso si al principio no lo parece. ¡Nunca dejen de perseguir sus sueños y de ejecutar lo que aman!